
Mejores protecciones solares: ¿cómo elegir?
1. El sol: ni ángel ni demonio.
No venimos a demonizarlo. El sol es vida, vitamina D, piel luminosa, energía pura. Pero la radiación solar —especialmente la UVA— sí es uno de los mayores aceleradores del envejecimiento cutáneo y una fuente constante de estrés oxidativo. La clave no es temerlo, sino entender cómo protegernos sin renunciar a sentirlo.
Queremos que salgas, que vivas, que respires luz. Y que tu piel lo acompañe, sin pagar un precio innecesario. Por eso, hablamos de filtros.

2. Filtros físicos, filtros orgánicos… y todo ese lío.
A estas alturas, “químico” se ha vuelto una palabra que da miedo. Y “mineral”, una especie de amuleto. Pero como casi todo en cosmética, no es blanco o negro. Es química buena, química mala, y sobre todo, química bien pensada.
Los filtros físicos, también llamados minerales, como el óxido de zinc, actúan como un espejo: reflejan la radiación solar antes de que llegue a hacer daño. Son seguros, bien tolerados incluso por pieles sensibles y aprobados por todas las certificaciones ecológicas. ¿El inconveniente? El temido efecto Casper. Pero de eso nos encargamos nosotros: probamos, testamos, y solo te ofrecemos lo que realmente se funde con la piel sin dejar rastro (ni frustración).
Los filtros orgánicos —mal llamados “químicos”, como si eso los descalificara de entrada— funcionan de otra forma: absorben la radiación y la transforman en calor. Durante años se usaron filtros que hoy ya no pasarían ni la primera ronda de un estudio toxicológico decente. Pero la formulación ha evolucionado, y mucho.
Nosotras trabajamos solo con filtros de nueva generación, seleccionados por su seguridad, eficacia y fotostabilidad. Hablamos de activos como:
Tinosorb M, que protege frente a rayos UVA y UVB con eficacia probada.
Ethylhexyl Triazone, un filtro UVB ultra estable.
Diethylamino Hydroxybenzoyl Hexyl Benzoate, imbatible frente a los UVA.
Y el innovador ROKA Smart UV®, que se activa con la exposición solar y refuerza la protección UVA cuando más lo necesitas, sin sobrecargar la fórmula.
¿Y contradicciones? Siempre las hay. Incluso en ciencia. Pero no usamos nada porque “lo dice internet” ni porque esté de moda. Lo usamos porque hay evidencia sólida detrás, porque la piel lo agradece, y porque funciona sin hacer daño.
Así elegimos: con cabeza, con criterio… y con una pizca de insolencia.
3. Nanopartículas: el elefante microscópico en la habitación.
Durante años se repitió que las nanopartículas no atraviesan la piel sana. Y sí, suena tranquilizador… hasta que empiezas a leer más allá del folleto comercial. Porque lo cierto es que la evidencia científica es contradictoria: hay estudios que dicen que no penetran, otros que muestran lo contrario —especialmente en pieles sensibles, dañadas o recién expuestas al sol—, y una enorme zona gris que la industria prefiere pasar por alto.
Pero en La Crème no nos va eso de “esperar a ver qué pasa”.
No trabajamos con nanopartículas. Ni ahora, ni en el futuro previsible.
¿Por qué? Porque no lo vemos necesario. Porque preferimos filtros minerales no nano, que funcionan, protegen y respetan tanto la piel como el entorno. Porque creemos en fórmulas que dicen lo que hacen, y hacen lo que prometen —sin márgenes de duda.
La tecnología cosmética es fascinante. Pero no todo lo posible es deseable.
Y para nosotros, la transparencia también se mide en micras.
4. Filtros orgánicos que sí, con nombres y apellidos.
No todos los filtros orgánicos son iguales. Y no, no estamos hablando de si son "verdes", "limpios" o "eco-trendy". Hablamos de seguridad real, respaldo científico y resultados visibles sin efectos secundarios invisibles.
Hay filtros que ya no tienen cabida: la oxibenzona o el octinoxato, por ejemplo, están bajo lupa desde hace años por sus posibles efectos hormonales y su impacto sobre los ecosistemas marinos. En La Crème no los usamos. Ni los defenderemos.
Pero también hay otros —menos conocidos por nombre, más sólidos por currículum— que sí merecen un lugar en la fórmula:
– Tinosorb M, un protector UVA y UVB de amplio espectro, resistente, eficaz y sin sombra de toxicidad.
– Ethylhexyl Triazone, probablemente el mejor filtro UVB en cuanto a estabilidad y tolerancia.
– Diethylamino Hydroxybenzoyl Hexyl Benzoate, un UVA long performer con muy buena compatibilidad cutánea.
– ROKA Smart UV®, un escudo que se activa con la luz: a más radiación, más protección. Sin saturar, sin agobiar.
Puedes encontrarlos en fórmulas como el Dry Sun Oil SPF30, el Feel Free SPF50 UVA 8H, o el Sun Stick SPF50, compacto y sin perfume.
5. ¿Qué necesita tu piel? Porque no todas hablan el mismo idioma solar.
El fotoprotector perfecto no existe. Lo que sí existe es el fotoprotector que encaja contigo: con tu tipo de piel, tu ritmo de vida y tu manera de estar al sol. No es lo mismo una piel que se irrita con el viento que una que brilla antes de las 11:00. No es lo mismo una playa al mediodía que una terraza a la sombra. Y eso se nota. Mucho.
Aquí no te damos reglas, pero sí señales para elegir mejor:
Piel sensible o reactiva: elige fórmulas con filtros físicos no nano, sin perfumes ni alcohol, con ingredientes calmantes. Prueba Every Tone SPF 30 de LESSE.
Piel mixta o grasa: busca texturas ligeras, matificantes y sin residuos. Te encantarán Feel Free SPF50 UVA 8H y Everyday Sunscreen SPF30 / SPF50 de LE RUB.
Piel seca o deshidratada: necesitas protección + tratamiento. Dos opciones para rostro: Plumscreen SPF 31 de Le Prunier y Supernatural SPF50 de Antipodes. Para cuerpo: Dry Sun Oil SPF30.
Piel madura: busca filtros eficaces frente al UVA largo + antioxidantes. Te encantará el Brightening Mineral Sunscreen SPF 50, con vitamina C y niacinamida.
Niños y bebés: protección mineral no nano, sin perfume. Fácil. Seguro. Limpio. All Day Sunscreen SPF50 de LE RUB.
En resumen: elige el SPF como quien elige un perfume. Por cómo te hace sentir. Por cómo se lleva con tu piel. Y por lo que dice de cómo te cuidas.
6. La textura importa (y no solo por estética).
Sí, lo sabemos: protección solar suena a deber. A obligación espesa. A esa crema que da pereza, que se queda blanca, que lo arruina todo. Pero te aseguramos una cosa: eso ya no tiene por qué ser así.
La formulación solar ha evolucionado tanto que hoy podemos hablar, sin ironía, de placer al ponerse un SPF. Texturas fluidas, aceites secos, geles sedosos, cremas que parecen sérums... La protección ya no se nota. Pero se siente.
Y ese detalle es clave, porque —vamos a ser sinceras— el mejor fotoprotector es el que te apetece usar todos los días. No el que caduca en el fondo del cajón.
Por eso en La Crème nos obsesionamos con las sensaciones. Con cómo se desliza, cómo huele (o no huele), cómo se funde, cómo convive con tu hidratante o con tu base de maquillaje. Que funcione está bien. Que funcione y te guste, es imprescindible.
¿Te gusta el acabado mate, sin brillos ni residuos? ¿Prefieres algo que aporte jugosidad y se fusione con tu rutina de cuidado? ¿Buscas un producto todoterreno que puedas usar sin espejo ni espejo retrovisor? Lo tenemos. Porque lo hemos probado. Porque lo usamos.
Y porque entendemos que cuidarse también tiene que dar gusto.